Hoy quiero hablaros de uno de los males que afectan a una buena parte del empresariado español, y que supone un importante hándicap a la hora de su salida al exterior: la cortoplacitis.
No sé muy bien cuál es el origen de esta enfermedad que afecta a todas las empresas en mayor o menor medida. Quizás podamos remontarnos a los 80, y la legendaria cultura del pelotazo inmobiliario que se gestó en este país. Empresas y empresarios que, de la noche a la mañana, se volvían millonarios especulando con terrenos. Quizás esta cultura sea extensible a las primeras décadas del siglo XXI, en la que jovenzuelos sin experiencia se enriquecen en pocos meses por tener una idea, ponerla en Internet, y ¡voilà! al día siguiente están en el asiento de su nuevo Rolls-Royce, leyendo el Financial Times mientras su chófer los lleva a la siguiente Junta Directiva de su empresa. O quizás sea porque se fijan en los costes y la pila de facturas que tienen que pagar a final de mes, que eso si que es bien cortoplacista.